miércoles, 19 de julio de 2006

Primer error de la convivencia

A pesar de mi larga baja laboral, recien interrumpida, he tenido el placer de seguir asistiendo a los desayunos filosóficos con el par de fenómenos con los que comparto el día a día en el trabajo.

Nuestra filosofía, a primeras horas de la mañana y con ese disfraz tan curioso de traje y corbata, se limita a mundanales discusiones sobre fútbol, relaciones de pareja, y relaciones laborales, procurando no mezclar estas dos últimas, aunque no siempre sea posible.

Después de uno de mis viajes acompañado de mi querida Nerea a Euskadi SM, sociedad matriarcal, empecé a darle vueltas a una nueva teoría. El reparto de las faenas del hogar al 50% es un error.

El origen del error no tiene nada que ver con la guerra de sexos, ni con ideologías, ni creencias ni experiencias religiosas, sino en el mero hecho de que partimos de un valor absoluto, el 100%, diferente para cada una de las partes.

Me explicaré. ¿Quién establece "El umbral mínimo de la limpieza"? Las condiciones mínimas y máximas de la limpieza doméstica pueden diferir muchísimo entre los convivientes. Aquello que para uno es el 100%, a repartir en partes iguales, puede parecer al otro un 50% o un 200%, con lo que empezará a pensar que su compañero es un "cerdo" o un ser "paranoico del orden y la limpieza".

Sin entrar en escabrosos detalles, y darle escatológica fama a esta bitácora, podemos encontrar grandes diferencias en la lista de las tareas de mantenimiento del hogar de unos y otros. Los utensilios para llevar a cabo dichas tareas también pueden llevar a grandes sorpresas, cada visita a la sección de droguería del supermercado puede acarrear un nuevo descubrimiento. "¿Limpiahornos? pero si casi nunca lo uso!!!"

En uno de esos desayunos nos planteamos varias soluciones al respecto:

A) El más guarro decide cual es lo mínimo, y ese mínimo es lo que se debe repartir a partes iguales. A partir de ese límite, el que quiera más que lo haga, sin morros, ni reproches.

B) El más limpio elige, y el más guarro paga a alguien para que haga su parte. Tampoco se aceptan reproches por parte del limpio.

C) Ambos hacen una lista común, y pagan a medias a alguien para que les evite discusiones y además les limpie la casa.

Aquellos que eligieron los planes A o B, han entrado con fuerza en la lucha por convertirse en "El Último Mohicano".

Nacho, ya sabes, C.

Por cierto, hoy un buen amigo ha anunciado que se casa. No invita a los amigos. Desconozco si leyó el blog ayer. Uno menos.

2 comentarios:

Maui Ramirez dijo...

¡Tu post me ha abierto los ojos!

Yo estoy en la opción A y, normalmente, la que tiene más ganas de limpiar la casa soy yo.

Mi novio nos propone constantemente la opción C, y que otro/a limpie por nosotros.

Pero yo me niego porque pienso que la casa se limpia en un momento.

Claro que para tener "ese momento" hay que tener algo de tiempo libre y nosotros no lo tenemos.

Hasta ahora muchas veces me he quejado de esta situación y he puesto muchos "morros", por la que me parecía una situación injusta; o me he sentido mal cuando han venido visitas sorpresa para quedarse a dormir por estar la casa tan sucia.

Pero a partir de ahora no voy a darle ninguna importancia al tema y no voy a permitir que la necesidad de mantener la casa limpia me haga perder mi buen humor.

Anónimo dijo...

muy bueno!!! te felicito, tenes absoluta razon y obvio que la mejor opcion es la C