miércoles, 19 de julio de 2006

¿Cuantas bodas tienes este año?

Todavía hoy me emociono al recordar la llamada de Juanjo, el primero de todos mis amigos que decidió casarse. Una espiral de celebraciones y sorpresas que terminó en una divertídisima boda.

Pocos años después ese paso adelante lo han dado demasiados amigos, y ya somos unos pocos los que nos jugamos el honor de convertirnos en una especie de Último Mohicano.

Las conversaciones que más cansan a los mohicanos son aquellas relacionadas con bodas, y con las evoluciones de los preciosos vástagos de nuestros amigos. Por algún irremediable motivo siempre acaban surgiendo en cenas, comidas, y cualquier tipo de reunión (llegando incluso a interferir con el deleite de un partido de fútbol, ¿ increible, verdad?) y casi siempre ocupando un tiempo más que desproporcionado. Yo empiezo a temblar cuando algún comensal suelta una de estas zumbeantes preguntas ¿Sabes quien está embarazada?, ¿Sabes quién se casa?, ¿Sabes lo que me dijo ayer mi niño? etc.

De todas formas, la peor, por su frialdad, de las preguntas y muy de moda en Cataluña, Baleares, y desconozco si en otras zonas geográficas de la península ibérica (hoy no toca herir ningún tipo de sensibilidad política!!), es la formulada entre los amigos de la pareja contrayente a pocas horas para la ceremonia... ¿Cuanto les ingresamos?

A pesar de que fría es la pregunta, más frío te puede dejar la respuesta, pues si múltiplicas esta respuesta por la respuesta del título de esta entrada... puedes llevarte una desagradable, económicamente hablando, sorpresa.

Pero este verano, mi saturación de bodas ha sufrido un duro revés. Puede que se deba a un estado anímico algo más sensible (lease La Crisis de los Treinta) o simplemente por los hechos que voy a explicar.

Respondiendo a la pregunta formulada en el título. Este año tenía tres bodas, a cual más ilusionante. Tres grandes amigos, y los tres se casaban muy enamorados.

La primera ha sido espectácular, y con altas dosis de emoción. . Nada, absolutamente nada, falló.

La segunda no se va a celebrar. La novia falló.

Y la tercera, y más exótica, pues no todos los días un servidor recibe invitación para una boda en Sibiu, Transilvania, Rumania, es la que me ha acabado de emocionar. El invitado falló. Lo siento Andreas. Lo siento Alina.

Aunque a los mohicanos, muy leales con los amigos, no nos guste divagar horas y horas sobre bodas y niños, ver a un amigo feliz y contento siempre nos va a emocionar. Cuando has vivido los tristes momentos de alguien, disfrutas mucho más de sus alegrías.

1 comentario:

Pablo Baquero Sánchez dijo...

Por razones personales, sobre todo estos últimos tres años y nueve meses o reducido a una misma unidad en los últimos 45 meses, he asistido a dos bodas y tres si tengo en cuenta la celebración de las bodas de plata de mis padres. Pero he tenido que renunciar al menos a cuatro o cinco. Y ya estoy invitado a dos más en los próximos 12 meses. No cabe duda de que la edad de casar, de mudar de estado civil, es ésta. En mi grupo, de momento, proliferan los mohicanos, pero a muchos de ellos (incluyendo ellas) se les nota una cierta preocupación por seguir siéndolo, ya que el reloj biológico da la hora. En cambio, ya me he tenido la oportunidad de ver una boda y asistir también al divorcio.
Casarse, descasarse y volverse a esposar, ya es posible, pero al menos, antes de hacer caso al relojito, me gustaría pensar todo el amor, el amor de la pareja lo ocupa. Tal vez los mohicanos sólo tienten el acierto y paguen con la moneda de la soledad transitoria.
Hoy hablaré con un novio para decirle que no acudiré a la boda. Luego visitaré El Corte Inglés para consultar su lista de regalos, por aquí, ingresamos en ECI escogemos un regalo, en el entendido de que los novios decidirán: a) quedarse con él; b) quedarse con otro objeto de importe equivalente o c) tomar el dinero. La sofisticación de casarse y la de ser último mohicano.